La dieta más buscada en Google no fue una dieta. Suena a juego verbal, pero es tan cierto como perturbador. Según Google Trends, que sirve para “descubrir qué está buscando el mundo”, el ayuno intermitente fue lo más googleado en el campo de la dietética. Ni la dieta paleo ni la alcalina ni la cetogénica ni la del famoso de turno patrocinando alguna marca milagrosa. Irónicamente, el no comer fue lo más buscado dentro del comer. Incluso celebridades como Elsa Pataki llegaron a salir por televisión defendiendo el ayuno de 16 horas como el mejor aliado contra el envejecimiento, asociando la vejez y la ingesta regular de alimentos como si de dos conceptos negativos se tratara. Y lo pero es que se atrevió a decirlo impunemente, sin pensar en las consecuencias de esas palabras sin contextualizar en horario de máxima audiencia.
“Es cierto. El ayuno intermitente no es una dieta. Precisamente por eso la gente busca estas alternativas. El ayuno es una práctica cultural e histórica y que, para muchas personas, ya es una filosofía de vida”, asegura la nutricionista Carlota Portella con consulta propia y experta en la materia gracias a su aproximación holística. “El ayuno intermitente no nos indica “qué” comer, solamente nos dice “cuándo” comer”, puntualiza el doctor Tomás Duraj, investigador científico y médico asesor de Melio, una plataforma online de análisis de sangre. “En teoría, no implica restricción alimentaria alguna. No se trata de una dieta per se. En inglés se conoce también como “time restricted feeding” (alimentación restringida en el tiempo), dado que no implica necesariamente un cambio en la alimentación, solamente en la distribución horaria de las comidas”.
Cuando llega el verano se dan las condiciones ideales para que mucha gente quiera perder peso en tiempo récord, y es fácil caer en la desinformación o, mucho peor, en la desesperación al no ponerse en manos de un nutricionista profesional. Por eso es tan importante descifrar la verdad entre tantos falsos mitos si lo que se pretende es pasar más horas de la cuenta sin comer. Antes que nada, aunque suene a perogrullada es importante recalcar que el organismo humano necesita alimentarse para sobrevivir. Todo lo que no siga esta premisa fundamental implica enfermar y morir. Esta evidencia científica puede llegar a ser una dificultad tanto por exceso (sobrepeso, obesidad, diabetes, trastorno por atracón), como por defecto (anorexia y otros trastornos, que, desafortunadamente, son más frecuentes especialmente en personas jóvenes). “Si queremos vivir, debemos comer. ¿Qué debemos comer? Buena pregunta, y la respuesta es tan extremadamente personal e individual que muchas veces me gusta comparar la nutrición con la religión o la política”, asegura el doctor.
A partir de aquí es cierto que todas las culturas han practicado el ayuno con más o menos rigor. La Cuaresma cristiana, el Ramadán islámico o el Yom Kippur judío son claros ejemplos de ayuno por motivos religiosos aceptados por nuestra sociedad. Si ampliamos el campo de visión, cuando enfermamos nuestro organismo en ocasiones se autoimpone un ayuno para depurar antes de sanar. Nada que ver con el ayuno intermitente por motivos estéticos o modas cíclicas que potencian prácticas peligrosas entre públicos vulnerables. “Claro que el ayuno intermitente ha venido como una moda”, dice Portella. “Como lo hizo la dieta Dukan, el Pronokal, la dieta por puntos, la dieta de los grupos sanguíneos, la de la piña, la del arroz… y quiero recordar que ninguna de estas se ha estudiado en la carrera de nutrición y sin embargo se han practicado en muchos gabinetes de nutrición y endocrinología. La diferencia es que el ayuno intermitente está respaldado por una gran cantidad de estudios científicos y además es una práctica ancestral que nuestro cuerpo ya conoce biológicamente. Creo que ha llegado para quedarse”. Por su parte, el doctor asegura que “el ayuno intermitente se ha visto popularizado en los últimos años. Es importante distinguir entre los ciclos de popularidad de diferentes dietas con la información científica que se tiene sobre ellas”.
El ayuno intermitente ha venido como una moda, como lo hizo la dieta Dukan, el Pronokal, la dieta por puntos… y quiero recordar que ninguna de estas se ha estudiado en la carrera de nutrición”
Afortunadamente, la nutrición es una ciencia en continuo progreso y cada vez se avanza más entre los claroscuros de las evidencias y la espiritualidad del ayuno a lo largo de su historia. De hecho, Gandhi decía que el ayuno es para el alma lo que los ojos para el cuerpo, y durante la década de los 70 y 80, se proponía el ayuno como posible tratamiento para la obesidad mórbida en los Estados Unidos. “Ahora el ciclo se repite. Son técnicas efectivas para pérdida de peso, pero es importante educar a los pacientes y proporcionar realmente información científica de calidad para ajustar expectativas y evitar cualquier tipo de efecto adverso”, dice el doctor.
No en vano tratar el ayuno intermitente con cada tipología de paciente es uno de los grandes retos para cualquier profesional de la salud, porque la delgada línea roja de lo recomendable y de lo peligroso a veces es un poco difusa. “Diría que la intensidad de esta línea depende mucho de la salud global de cada paciente, así como de la duración del ayuno. Evidentemente no vamos a prescribir ayuno prolongado a un paciente pluripatológico o con infrapeso, pero para echar una mano a una persona joven, sana y con algo de sobrepeso, los riesgos son mínimos”, dice el doctor Duraj. “Realmente creo que lo que hoy parece algo desconocido formará parte del abanico terapéutico nutricional en el futuro. La información, primero para los médicos y luego para el público general, es la clave. Lo que no queremos es que todo el mundo lea un par de páginas de Internet y se ponga a hacer ayunos de 40 días”, dice el doctor.
La dieta
Lo cierto es que muchas personas han practicado el ayuno voluntariamente sin ser conscientes de ello. Y es que pasadas las ocho horas de la última ingesta, el cuerpo humano comienza a entrar gradualmente en un estado de ayuno. Nada que no hagamos desde el último bocado de la cena hasta el primer mordisco del desayuno. De hecho, no es casualidad que nuestra primera comida del día se denomine “des-ayunar”. Tras concluir la digestión y asimilación de los nutrientes, el cuerpo recurre al glucógeno hepático (una reserva de energía en forma de cadenas ramificadas de glucosa) para mantener la glucemia sanguínea estable. Es en este preciso momento, cuando empiezan a aparecer señales hormonales de que se agota “la gasolina”, que se debe ser más cuidadoso. Si no se sacia el deseo del hambre surgen efectos colaterales como irritabilidad y la dificultad para la concentración. Y aquí llega el turno de la gran pregunta. Si la principal ventaja del ayuno es reducir la sensación de hambre, ¿se puede decir, sin temor a equivocarse, que el ayuno sirve para aprender a comer mejor?
“No, en absoluto. El peligro del ayuno en general, sea intermitente o más prolongado en horas y semanas, es dejar de comer antes que aprender a comer”, dice la nutricionista Carlota Portella. “El ayuno intermitente es una herramienta que debe ir acompañada de una educación nutricional individual y totalmente personalizada. Va más allá de la pérdida de peso y de movilizar grasa. El objetivo es realizar un descanso integral del organismo, tanto metabólico como intestinal y celular”. Una postura sensiblemente diferente a la del doctor. “La principal ventaja del ayuno con respecto a la pérdida de peso es que permite tomar porciones más saciantes, de mayor volumen de comida, en nuestra ventana de alimentación. Si tomamos solamente dos comidas principales al día, estas deberán contener suficiente energía (¡y todos los micronutrientes!) como para no pasar hambre, pero menos de la que necesitamos para mantener nuestro peso. En ese sentido sí, creo que puede ayudar a enseñar a comer mejor”.
Un caso clínico paradigmático es el de Angus Barbieri, un paciente escocés con obesidad mórbida que realizó un ayuno de 382 días de duración en 1964. Pasó de 207 kilos de peso a 82 kilogramos bebiendo líquido supervisado por un equipo médico. “Aunque la longitud suene a un error tipográfico, realmente no es algo controvertido para quienes conocen la literatura médica. El cuerpo humano tiene una capacidad asombrosa de mantener la homeostasis (la capacidad de mantener una condición interna estable), y las reservas de tejido adiposo están para cumplir una función. Ahora bien, una cosa es ayunar partiendo de obesidad mórbida y con supervisión médica, y otra muy distinta es tener un peso normal y decidir ayunar sin conocimiento suficiente o un objetivo médico muy bien delimitado”.
Por lo que respecta precisamente a toda esa multitud de gente que en los últimos tiempos ha buscado información sobre el ayuno en Internet, lo más probable es que acaben navegando por webs con intereses comerciales ocultos, páginas donde no se explican con detalle los síntomas o señales de alerta que el organismo puede dar al percibir que algo no está funcionando como es debido. Si hacemos caso a la teoría, para llevar a la práctica el ayuno intermitente se requiere de 12 a 16 horas sin ingerir ningún alimento, y se requieren 48 horas para alcanzar algo así como el equilibrio. “El ayuno no tiene peligros si la práctica está supervisada por un profesional que conoce tu bioquímica y estado de salud actual”, dice Portella. “Al empezar a practicar el ayuno hay una serie de errores comunes como empezar de golpe y rápido, reducir los carbohidratos, ayunar para compensar malos hábitos, tomar productos o bebidas light o bajas en calorías, ser inflexible, desayunar poco, no hacer ejercicio o no descansar lo suficiente. Y todos estos errores son básicamente por la cultura de dieta y nutrición clásica donde no hay una transformación y cambio de hábitos desde dentro hacia fuera. El éxito de un tratamiento así pasa por desaprender para volver a aprender”.
El éxito de un tratamiento así pasa por desaprender para volver a aprender”
Tal y como indica el doctor Tomás Duraj, lo conveniente sería “aumentar la ventana de ayuno progresivamente. Si nos proponemos ayunar 16 horas al día, empezamos con 8-12 (como cuando cenamos, ayunamos por la noche y desayunamos), y vamos aumentando. Las personas con muy buena sensibilidad a la insulina a menudo pueden pasar a un estado de ayuno sin ningún tipo de síntoma negativo. En la mayoría de los casos, sin embargo, si pasamos de comer cada 3 o 4 horas durante toda nuestra vida a hacer un ayuno de 48 horas, por supuesto que el cuerpo se va a “defender”. ¿Cómo? Segregando hormonas que nos harán buscar alimento, así como contrarrestando las posibles bajadas de glucosa, pues no estamos acostumbrados a usar el tejido adiposo como fuente de energía. Si queremos evitar hambre e irritabilidad, debemos empezar poco a poco”.
Además es importantísimo romper con el mito del ayuno como sistema para resetear el cuerpo, como si nuestro metabolismo fuera un ordenador que se puede reiniciar para que funcione mejor. “Aunque nos gusta pensar en nuestro cuerpo como un sistema binario (blanco/negro; sí/no), casi todos los sistemas biológicos son graduales, operan en una escala. Conforme se inician los cientos de procesos celulares que regulan el ayuno, a nivel molecular detectaríamos aumento o descenso de diferentes vías de señalización. Lo que sí me atrevería a decir es que con el ayuno algunas personas aprenden a no ser esclavas de la comida. Un “reinicio” a nivel mental que les ayuda a pensar mejor qué y cuándo van a tomar una comida nutritiva y bien preparada”.
Tostadas con palta
Entonces, ¿es arriesgado asegurar que existen alimentos para romper el ayuno y alimentos para almacenar fuerzas antes de un ayuno de muchas horas? No, según el punto de vista de la nutricionista Carlota Portella, que describe lo que ha probado en primera persona y en su consulta. “La clave es que en cada comida principal estén presentes alimentos nutritivos, naturales y que no se han ultraprocesados ni “mal procesados” por la industria alimentaria. En ese plato debe haber: una parte de grasa saludable, como pueden ser las semillas, el aguacate o los aceites vegetales no refinados y, a poder ser, de primera prensada en frío; una parte de proteína de origen vegetal o animal; una fuente de energía como son los cereales, la pasta y arroz o legumbres o pan. Y todo combinado con vegetales que aportarán todos los micronutrientes como vitaminas, minerales y oligoelementos imprescindibles”.
Por lo que respecta a un buen desayuno para romper con el ayuno, la nutricionsita apuesta por “empezar con un buen “chute” de verdes, que puede ser o bien un batido o bien un zumo con poquita fruta y muchos vegetales. Para completar, añado todo tipo de semillas, frutos secos algo de granola casera y un buen puñado de semillas, de cáñamo por ejemplo, aportando la proteína de origen vegetal. Si ese día tengo una jornada más larga me decantaría por un plato más consistente, como una ensalada donde añado una parte de boniato, quinoa, arroz o legumbres, vegetales cocinados y hojas verdes, semillas y frutos secos en forma de salsa o natural, algo de salmón, huevos o sardinas para completar la proteína animal. El truco, tengo que decirte, es la vinagreta como por ejemplo durante el verano que me encanta hacer el chutney de mango o una salsa con base de mostaza”.
El ayuno tiene mucho que ver con el sentido común del que se interesa por el tema”
De lo que se desprende, a modo de conclusión, es que el ayuno tiene mucho que ver con el sentido común del que se interesa por el tema, ya que no es lo mismo una persona que pasa toda su jornada laboral sentada en una silla en la oficina que un deportista profesional con actividad física constante. El problema viene cuando el sentido común brilla por su ausencia. “Si tenemos cualquier tipo de patología, sufrimos trastornos de conducta alimentaria o nuestros peso es muy bajo, no debemos poner en práctica el ayuno, aunque hayamos leído mucho y estemos bien informados”, concluye el doctor Tomás Duraj.
Fuente: La vanguardia https://www.lavanguardia.com/comer/tendencias/20200721/7476/riesgos-seguir-dieta-mas-buscada-google.html
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