Luis Novaresio

¿Cuánto más para legalizar las drogas?

Me cuesta salir del shock.   Releo el hilo de tuits y siento furia.  Es, con toda seguridad, una muerte evitable. Otra muerte evitable.  ¿Qué lo impide?  La hipocresía.  

Lo impide la aplicación de un sistema que por años se probó como ineficiente y favorecedor de un comercio ilegal de sustancias.  Lo impiden las voces ahuecadas que invocan “familia”, “responsabilidad”, “Lo que hay que hacer” y qué se yo cuántas otras poses más.

Se murió un pibe  veinteañero a la salida de un boliche porteño.  

Es todo lo que puedo decir aunque están frente a mi los datos concretos de nombre, apellido, boliche, hospital en donde fue atendido y diagnóstico preventivo autopsial.

No quiero decir más.  Porque ponerle nombre y apellido sería re victimizar a la víctima, a este pibe y a su familia. Someterlo al dedo acusador y de juzgamientos “morales” o de cualquier tipo.  Como si hubiera lugar para eso.  Estigmatizar Al boliche, un lugar estupendo, pensado realizado con dedicación, trabajo y esmero  al que suelo ir y en donde la norma es la fiesta y el disfrute, porque rápidamente se lo haría responsable de lo que, en realidad, debió y debe hacer el estado.  Y así. 

Me entero porque leo un hilo de tuits de una acongojante belleza de un amigo.   Lo despide así:

“Son las 8 de la mañana de un Domingo con sol… acabamos de llegar al hospital para despedir a nuestro amigo. El mismo que estuvo bailando hace 2 horas con nosotros. Sonriendo… feliz… alegre. Nadie entiende nada. No hace falta hacerlo tampoco. Nos miramos en silencio compartiendo un dolor que ninguno experimentó nunca.

Los llantos gritados de cada uno se turnan y nos aturden el alma a todos. En ese aire que se corta solo, la tristeza mezcla la irreparable angustia de la pérdida con la sensación de que podría habernos pasado a cualquiera de nosotros. Sus familiares directos viven en Venezuela…

La familia de él en este rincón del mundo son sus amores y sus amigos… y vaya familia que tiene.

Unos fingen entereza para sostener a quienes no pueden tenerse parados… otros estan yendo a comprar café. Algunos esperan a que vuelva a salir caminando por esa puerta. El más corajudo de los nuestros entra a reconocerlo… los que podemos al menos hablar ensayamos monólogos para ir dando aviso a otros amigos y familiares… no sabemos qué decir… 

insisto, nadie entiende nada.

Me acerco a mi novio con un nudo en el pecho… nos abrazamos tan fuerte como podemos. Nos es inevitable a los dos pensarnos en una situación así y en ese miedo entendemos por un instante el dolor que atraviesan nuestros otros amigos. Una salida como las de siempre… a un lugar donde todos nos permitimos ser felices por un rato… termina de esta forma. 

De esos instantes estamos hechos… de esos vaivenes que nos rompen a todos. De esa reconfirmación de que todo es finito… sorpresivo… inexpicable. Todos te abrazamos en donde estes y vamos a abrazar por vos a los tuyos.

Disfruten a sus amigos… cuídenlos… cuídense… y cada vez que tengan oportunidad… luchen porque este país y el mundo entero incorpore politicas de reducción de daños”.

El chico que murió fue a una (de las decenas de) fiesta electrónica que hacen de Buenos Aires una de las ciudades del mundo  más admiradas para la diversión. ¿Consumió? No importa. Miles y miles lo hacen. ¿Qué se suele usar? “Media rola y una medida de GH”, es la norma. A veces Keta, Popper, Tusi.  Quizá otra cosa.  Quizá rola adulterada. Deshidratación.   Arritmia, seguro.  Y deceso.

Se consume. Quien no quiere verlo es porque no quiere. Punto

El caso es que no se sabe lo que se consume. Porque la prohibición actual hace que todo sea clandestino. Oscuro a la vista iluminada de todos.

La rola no es otra cosa que la pasti, la pastilla, el caramelo, un comprimido a base de éxtasis o MDMA. Esta última sustancia es La 3,4-metilendioxi-metanfetamina (MDMA) es un derivado de la anfetamina y miembro de la familia química de las fenetilaminas, que pueden actuar como estimulantes, alucinógenos y entactógenos. ¿Qué es esto? Un agente químico que induce a la empatía. La MDMA es una droga sintética que actúa como estimulante y alucinógeno.  Conocida como la droga del amor, provoca una sensación de inhibición, placer físico y deseo de compartir con amigos el momento.   Las caricias, los abrazos, los besos son más potentes con la pasti.

El GH  es El GHB (gamma-hidroxibutirato), es una droga sintética que se usa para dar un “subidón” de la pasti y acompañar el momento.  Aumenta el deseo, potencia la felicidad y la sensualidad. 

Se usan, se compran y venden, miles de “pastis” y frascos de GH en la noche porteña.  Y en la rosarina, la cordobesa y la de tantos y tantos lugares del planeta.  Todos lo saben.  Todos lo sabemos 

Se consiguen con vendedores (dealers) a los que se les deposita una confianza religiosa por creer que lo que venden es MDMA y gamma e hidroxibutirato.   Porque el mercado ilegal -en Argentina hay prohibición total de consumo de estas sustancias) puede agregar a estas sustancias cualquier cosa.  Anfetaminas, talco o, directamente veneno.  ¿Hace falta recordar el caso de la cocaína adulterada que provocó la muerte de 24 personas hace un año sin ningún resultado de la investigación que iba “hasta las últimas consecuencias”?

Ya se escribió desde aquí (https://www.infobae.com/opinion/2022/02/06/alguien-se-atreve-a-plantear-el-placer-de-la-droga/) que es un disparate moral seguir con el sistema de prohibiciones que sólo ha provocado muertes y un negocio ilegal multimillonario.   Se impone, como dice el amigo del chico muerto hace unas horas, buscar una política de reducción de daños.  Esto es, información, información, información de lo que implica consumir socialmente (se excluye el caso médico de las dependencias), libre elección y, sobre todo, controles de lo que se consume.    También ya se dijo desde aquí sobre la necesidad de difundir la tarea de ONG como ARDA (Aociación de reudcción de daños. En redes, ARDADROGAS).

La reducción de daños favorece el consumo y la muerte, sostienen los profetas de prohibir todo, sobre todo, lo que tenga que ver con el placer libremente elegido. Falso.  Empíricamente demostrado. Se consume más cuando lo consumido está prohibido.   A los que quieran ver una experiencia seria de esto, recurran al programa de Portugal iniciado en el año 2000.

 ¿“SI bebe, no maneje”, es muerte? Esa prevención del alcohol al volante es un modo elemental de reducción de daño.  NO se dice “No se puede beber alcohol”.  Se dice: “el alcohol tiene efectos nocivos.  No conduzca”. O las maquillas de cigarrillos con imágenes tremendas de “fumar, mata”.   Reducción de daño. 

¿Por qué no se hace con el resto de las sustancias?  Porque prohibir es una debilidad humana  oscura para ser autoritarios sobre el vivir ajeno.  Porque el deseo libre, asusta. Y, especialmente, porque prohibir garantiza un negocio de dealers oscuros, a ciegas amparados por la fuerza de seguridad que cada tanto muestra un camión de marihuana quemado mientras pasan cientos de miles por izquierda de los que se cobran peaje. 

Si en esa y tantas otras fiestas luego de la que murió un pibe estupendo, con ganas de hacer cosas, feliz con su novio, hubiese un control de las drogas que se van a consumir, sabiendo si es una sustancia pura o emporcada con veneno, quizá esta nota no hubiese sido escrita. 

Aunque sí.  Hay que escribir, decir, insistir que las acciones privadas de los hombres está exentas de la autoridad de los magistrados si no perjudican a terceros.   El estado no está para hacernos “buenos” ciudadanos.  Está para garantizar la libertad segura de elección. 

Hoy no podemos más que abrazar a la familia de un chico muerto. Uno más.