Este 3 de junio nos encuentra por quinto año consecutivo a los feminismos y otros tantos grupos oprimidos bajo el grito “Ni una menos”. Ni la pandemia ni la distancia social callará hoy las denuncias por desigualdades y violencias contra mujeres lesbianas, travestis, trans, pobres, negras, indígenas y migrantes. Pero como la lucha históricamente se cruza con duros prejuicios, no sólo de varones sino también de las propias mujeres, va aquí un aporte.
Una especie de decálogo de conceptos y palabras en negrita rastreadas en los escritos de varias autoras, una especie de “Feminismo para principiantes”, tal como tituló la escritora española Nuria Varela a su libro en 2005. Es que si como dice el dicho, “no se puede amar lo que no se conoce” tampoco se puede seguir criticando confusamente, expresando odio o chistes agresivos que ya no nos hacen gracia y sin saber de qué se trata realmente un movimiento de liberación, político, social y cultural por el que reclamamos equidad desde hace siglos.
Sí, “siglos”, por eso a quienes dicen que el feminismo es “una moda” hay que decirles que “no” sin titubear.
Porque las primeras expresiones surgieron en la Edad Media pero las mujeres se empezaron a organizar colectivamente como Primera Ola después de la Revolución Francesa, allá por 1789. El problema fue que los revolucionarios gritaban “libertad, igualdad y fraternidad” pero tomaban en cuenta a las mujeres, a quienes creían menos inteligentes que los varones y ya eran la mitad de la población. Pero en 1791 la escritora y política francesa Olimpia de Gouges escribió en la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791): “Los derechos naturales de las mujeres están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada” y ¿Cómo terminó Olimpia? En la guillotina por parte de sus propios compañeros revolucionarios, pero el movimiento siguió.
La Segunda Ola es la que instalaron las Sufragistas por los derechos civiles y el voto (en Argentina recién votamos en 1951 por impulso de feministas como Julieta Lanteri e impulsoras de la igualdad y la amplitud de derechos como Alicia Moreau y Eva Perón).
La Tercera Ola se dio en la década del 60, con un hito bibliográfico fundamental escrito en 1959: “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir. En esta ola las feministas cuestionaron los estereotipos de belleza, la exhibición del cuerpo como objeto y se puso en juego la frase “Lo personal es político”.
El concepto denuncia que la violencia machista no es un asunto privado que debe arreglarse dentro de las parejas (algo que comúnmente se retrató con la frase “los trapitos sucios se lavan en casa”). Esa idea de lo privado se combatió porque dejó un saldo interminable de víctimas por supuestos crímenes pasionales que inundaron por décadas las crónicas policiales y los fallos judiciales. La figura fue cuestionada y revertida hace pocos años dando lugar al concepto de femicidio, un asesinato en relación al género (“Sos mía, sos débil, sos mi propiedad y hago con vos y tu vida lo que quiero”, podría ser una gráfica expresión que subyace en este tipo de violencias).
Pero, ¿qué es el género? “Otra moda”, “una ideología”, dicen aún varios y varias más.
Nada de eso. Es una discusión teórica interesante de lo que llamamos unaconstrucción social: una forma de criar (“¡mi hijo el tigre!” y “portate como una señorita”), de comportarse y jugar (“a la mamá, las nenas” y “a la pelota, los nenes”) y de asignar un color (“rosa para ellas” y “celeste para ellos”); algo muy distinto alsexo que implica una clasificación binaria y biológica de varios seres vivos (hombre/mujer o macho/hembra).
Pero además, en aquel momento histórico se comenzaron a oír voces en favor de la anticoncepción, el deseo sexual y goce femeninos y el derecho al aborto (hoy reclamado como “legal, seguro y gratuito”), lo que no significa obligar a nadie a tomar la decisión. Algo diametralmente opuesto a la posición de varios grupos religiosos que militan para que se siga obligando a todas las mujeres a concebir en cualquier circunstancia.
Y finalmente hace cinco años de un día como hoy las mujeres llegamos a esta Cuarta Ola mundial. Algunas sostienen que se inició en Estados Unidos cuando el New York Times dio a conocer a través del movimiento Me Too la primera denuncia por abuso sexual de 2006 contra el productor de cine Harvey Weinstein. Otras feministas sostienen que nació en Argentina, con la multitudinaria Marcha de Ni Una Menos. Junto a otros grupos oprimidos (LGTBIQ) denunciamos al patriarcado, el “gobierno de los padres”, que siempre valoró a la mujer hogareña, pura y abnegada que postergaba su vida y sexualidad. Algunos autores hablan de transfeminismoentendiendo a esto como un movimiento revolucionario que proviene de la alianza de las luchas antipatriarcales del feminismo, y las luchas recientes por la desmedicalización y despatologización de los trans e intersexuales.
Esta ola verde (por el color del pañuelo de la campaña por el aborto que propone“Educación Sexual para Decidir, Anticonceptivos para no Abortar y Aborto Legal para no Morir”) es un movimiento de millones, en su mayoría jóvenes.
Ni una Menos denuncia los femicidios, que desde lo que va del año y según el Observatorio Nacional Mumalá que se basa en medios gráficos y digitales contabiliza 110 muertes violentas de mujeres. Cifras que ponen en evidencia, además, que más de la mitad de los victimarios de los femicidios son las parejas de las mujeres y ocurren dentro del ámbito del hogar.
A esos crímenes recientes se sumaron también dos travesticidios y 12 asesinatos violentos a niños y niñas. Todo hace un promedio de un crimen cada 29 horas, aún durante la cuarentena.
Pero en esta ola las mujeres, que aún somos la mitad de la población adulta mundial, denunciamos también la brecha salarial al reclamar que los varones continúan ocupando más posiciones de liderazgo y diferencia salarial. Hay una frase provocadora que dice: “Habrá igualdad cuando una mujer mediocre ocupe un cargo alto como ya lo hacen los hombres mediocres”. (Eh, varones, “no se enojen, es un chiste..”; algo que solemos escuchar).
Además seguimos dedicando el triple de tiempo que los varones al trabajo doméstico, al cuidado no remunerado del hogar, niños y personas mayores e integramos el 50% del trabajo informal. Y en la vida profesional, lo que incluye también la deportiva, tenemos un techo de cristal, entre otras cosas por la licencia de maternidad, cuando la crianza debería ser compartida.
También pedimos Educación Sexual Integral (ESI), para poder debatir desde las escuelas todas estas cuestiones referentes a nuestros derechos y violencias hacia nuestros cuerpos y otras que vayan surgiendo en cada nueva generación. Repudiamos el sexismo en los medios de comunicación, la inequidad académica, política y sindical, la agresión sobre los cuerpos disidentes y bregamos por elegir y disfrutar libremente como mujeres.
Mucho más y seguramente mejor se puede decir sobre el feminismo (o mejor dicho los feminismos). Pero tal vez sea importante aclarar que nadie nació feminista y queda mucho por aprender.
Que las desigualdades se van comprendiendo y peleando. Que no es necesario rendir cuenta qué tan feministas somos, que no todas las feministas somos iguales pero sí intentamos unirnos aun en las diferencias y luchar colectivamente allí donde estemos. Por eso decimos que intentamos ser sororas o solidarias entre nosotras, porque incluso la idea de mujeres como rivales nace de la supuesta competencia por conseguir un hombre o quitárselo a otra mujer.
Toda mujer y varón que entiende que hay una desigualdad que debe ser corregida, que piensa que niños y niñas tienen que ser criados de manera equivalente y que todas y todos tenemos los mismos derechos, somos feministas. Tal vez muchos y muchas aún no se hayan dado cuenta. Hoy es un buen día para decir “basta” o gritar Ni una menos.
Laura Vilche es periodista y rosarina
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