Quien hoy ocupa el órgano extra poder (así se define en derecho constitucional a la vicepresidencia) conduce los destinos de la Nación con legitimidad de facto de origen pero, especialmente, de ejercicio.
Junto con el dulce de leche, el ómnibus, la picana y la birome, la Argentina anota como creación original el vicepresidencialismo como forma de gobierno. No importa que la Constitución de 1853 determine que el poder ejecutivo nacional es unipersonal con facultades inmensas y que su vice no sea más que relevante a la hora de la sucesión. Ni siquiera en el Senado vota el vice, salvo los raros empates. Nada de eso importa. Quien hoy ocupa el órgano extra poder (así se define en derecho constitucional a la vicepresidencia) conduce los destinos de la Nación con legitimidad de facto de origen pero, especialmente, de ejercicio.
Ya se sabe que no hay registro histórico de un vice nominando al Presidente. Aquí pasó. Con ese video de Facebook de sábado a la tarde, grabado sólo con audio como si fuera un discurso de Eva de mediados del siglo pasado, se parió el origen del vicepresidencialismo actual.
Dos o tres epístolas de la misma vice a sus fieles, una proclama disonante que debió haber sido un acto procesal de una imputada penal devenido en arenga y el discurso de ayer por el Día de la Memoria, coronaron la legitimidad de ejercicio que prueba que quien manda es ella. Terminemos con las discusiones. Cristina gobierna. El agua, moja (metáfora que uso, de paso, desde la secundaria, gracias a un profesor de filosofía).
No hubo el menor reparo de quien más poder detenta en este país ante el 24 de marzo. Fecha justamente destacada como feriado nacional para decir que en 1976 fue la última vez que se interrumpía el Estado de Derecho. Clamor unánime (o casi) que no admite grietas. Incongruente con la actitud de la primera magistrada vicepresidencial pasando por encima el recuerdo y creyendo que su vida política, su mirada sobre lo que debe hacerse y su visión de las cosas son más importantes que un Golpe. Porque eso fue: el discurso de ayer de CFK fue una proclama personal de qué es el gobierno y cómo se debe administrar. Casi un mensaje que bien podría haberse escuchado un 1 de marzo en la Asamblea Legislativa.
Cristina ya señaló qué debe ser la justicia para esta administración. Los que no lo entiendan así, meros actores de la ficción jurídica pergeñada a su medida bajo el nombre de lawfare. Luego, reclamó un cambio en el sistema de salud de obras sociales y prepagas. Ayer, agregó cuál es la política económica (“No podemos pagar, con la economía bimonetaria, va a ser muy difícil gobernar la Argentina”) y delineó las relaciones exteriores (sacudió a Estados Unidos como traidores cómplices de la dictadura, en la guerra de Malvinas y en la deuda tomada con el FMI).
¿En serio alguien duda que quien gobierna es ella? La Economía, la Salud, la Justicia y el encuadre internacional lo delinea la vice. ¿Y la gestión política? También. ¿O acaso su ministro político, el de interior y el jefe de la Campora, no son Cristina puros? ¿Alguien duda que es ella?
¿Y el presidente? ¿El hombre que jurídicamente comanda los destinos de la Nación? Aquí, dos opciones. Primera: un hombre agobiado por el peso extralimitado de su vice, conocedor de que sólo llegó allí con votos prestados que lo maniatan, salvo que se emancipe con una buena gestión personal (la pandemia lo alentó a creer que podría, por ejemplo, y eso ya se esfumó), torpedeado en sus ministros propios (hundidos Losardo, Bielsa, averiados Kulfas, Guzmán), inerte, por fin, por acoso de su eventual sucesora antes que por demérito propio.
La segunda: alguien que sabe que firma como simple mandatario de otra y, como sugirió la sagaz periodista Rosario Ayerdi, cómodo en su fuero íntimo con ese papel de amanuense que quedará, de todas formas, en la historia constitucional (hay que remarcar que el 1 de marzo pasado se inquirió en su discurso “cómo quiero ser recordado”. ¿A un año de mandato ya piensa en el recuerdo?). Un hombre que sabe que todos saben que reina el vicepresidencialismo, por historia y por presente y porque era inevitable que así ocurriese cuando dijo “sí, juro”.
Si hasta algunos aseguran que él mismo se sorprende ante la sorpresa de los que nunca entendieron que fue y es ella.