La senadora nacional Juliana di Tullio (bloque Frente de todos K, pero recontra K, para distinguir del otro K “ma non troppo”) presentó un proyecto para evitar que a los tres poderes del Estado lleguen personas que consuman estupefacientes o sustancias prohibidas por la ley.
”La situación que estamos viviendo con el narcotráfico nos obliga como funcionarios a comprometernos en serio. No podemos decir una cosa y hacer otra, el pueblo nos está pidiendo coherencia”, adjetivó la legisladora en un comunicado de prensa, agregando que el test antidoping será para el Poder Ejecutivo, desde Alberto Fernández hasta el rango de subsecretario; para el Legislativo, desde Cirstina Kirchner hasta el rango de prosecretario; y en el Judicial, desde el juez de la Corte Suprema Horacio Rosatti hasta el rango de prosecretario administrativo.
El proyecto, firmado también por José Mayans (del bloque “sí, Cristina”), Anabel Fernández Sagasti (jurista madre del notable proyecto de estatizar Vicentín) y Oscar Parrilli (del bloque “recontra sí, Cristina”), carece de sanciones para quien dé positivo en el test, abriendo una nueva corriente planetaria que le lleva la contra a todos los que dicen que “sin sanción no hay ley”, desde Hans Kelsen para acá.
Envalentonada por sus propias ideas, Di Tullio afirmó que se ampliará la iniciativa proponiendo alcoholemias masivas a los mismos funcionarios y, aquí la novedad, test de medición de azúcar en sangre. “No podemos arriesgarnos a que un diabético se tiente con los alfajores Fantoche -peor el Grandote, pienso-, y tenga un pico de azúcar en el ejercicio de sus funciones firmando cualquier cosa”, explicaron desde la oficina de la legisladora. Y vamos por más, agregaron: “Analizaremos a los bipolares que no se medican, a los de triglicéridos altos que le entran a las achuras y así. El estado debe ser vigilante de estas conductas que pueden parece personales. Habrase visto”, cierra el comunicado.
Bue. Aflojemos con la ironía. Lo escrito hasta acá es un juego de imaginación propio de las demostraciones por el absurdo, salvo, dice salvo, la propuesta de hacer un test antidoping por estupefacientes. La senadora bonaerense se anotó, real, en la línea de la derecha peronista inaugurada por los “nariguetazos” de Alberto Lestelle o “rinoscopía para todos” de Miguel Ángel Toma.
Siento la necesidad de decir que tengo un especial respeto intelectual por Juliana di Tullio. Por ella. Punto. Es una mujer muy formada, inteligente y sagaz. Tiene una historia personal de movilidad social ascendente sincera con momentos de dificultad en los 90 en los que supo estar a la altura de las necesidades familiares. Es de los políticos que hablan de otras cosas que no sean las encuestas, atenta a los libros, al arte y demás. Dicho esto, tengo que redoblar: ¿Qué le pasó a Di Tullio para firmar semejante proyecto que avasalla toda autonomía de la libertad individual? ¿Será que el dogma de su espacio político en donde el “estado en todo pero como a mí me gusta” le ganó a su indiscutible raciocinio?
Sería bueno pensar que “la actual situación social” del tema narco no tiene que ver con que un juez se fume un churro o un legislador se clave una pastilla de éxtasis. Rosario, por poner nombre y apellido a la cosa, padece de una crisis basada en la complicidad político policial con los narcotraficantes, el abandono del gobierno nacional competente en el tema y, mucho, en la fragmentación social provocada por la pobreza generada por los gobiernos (que di Tullio integró), tierra fértil para que los excluidos se incluyan de prepo con “un negocio”, rápido y rentable como lo dijo Kicillof hace tiempo, injustamente criticado (lo digo sin ironía): “Hay gente que vende droga porque se quedó sin laburo”, explicó el gobernador de su provincia.
Si un juez llega drogado a su despacho, si el presidente firma decretos bajo los efectos de la cocaína, habrá que enjuiciarlo “POST” hecho, en el caso de pérdida de discernimiento, intención o libertad. Ahora bien: si lo hace en su vida privada, sin afectar la función pública, queda – seguro que se le pasó por alto a Juliana- en la esfera de las acciones privadas de los hombre que no perjudican a un tercero, exentas de los magistrados, dice un librito muy monono llamado Constitución Nacional. De los magistrados y de di Tullio, Parrilli y Mayans.
¿Probaron ver el caso de Finlandia en donde la primera ministra Sanna Marin fue juzgada por hacer una fiesta privada en la residencia gubernamental? Vayan y vean el riguroso resguardo al derecho a tener una vida privada, aún siendo funcionaria. Ella se hizo voluntariamente el test antidoping para “garantizar que no estaba drogada en la casa de gobierno. Pero tengo una vida privada que defiendo”, dijo textualmente. Y la justicia lo convalidó. Lo hizo post planteo de la fiesta. No antes.
Es que poner puestitos antidrogas en las puertas de Tribunales, Casa Rosada o Congreso es una fascista intromisión en la libertad individual. Sin vueltas. ¿Porro no y Malbec sí? ¿Acido no y comida con azúcares y grasas saturadas para un organismo diabético sí? ¿Marihuana no y tabaco sí? La enumeración de casos particulares podría ser eterna porque no hay que ir de lo particular a lo general, sino a la inversa. Todo el mundo tiene derecho a ejercer su vida privada siempre y cuando no afecte concretamente -no en potencia- la vida de los terceros.
El argumento de “si maneja fumado y causa un daño” es falaz. Si eso hace, será sancionado fuertemente. Pero andar haciendo test casa por casa en donde haya un coche para ver “si quizá, a lo mejor, el tipo se sube al auto” es facho.
La demagogia del proyecto di Tullio apela al deseo de los tiempos de meter autoritarismo en la vida pública. No sé qué piensan los libertarios pero me atrevo a decir que los conservas de derecha dirían que es mucho lo que se propone.
Si de verdad se quiere abordar lo que pasa en la Argentina (en mi ciudad de Rosario especialmente) se me ocurre, con humildad, recomendarle a la honorable senadora algunas cosas:
– Presencia real de fuerzas de seguridad nacional con competencia en narcotráfico. No la sarasa de 1400 gendarmes prometidos de los que llegaron la tercera parte a pedir documento y. Licencia de conducir por las calle céntricas de Rosario
– Interpelación y pedido de remoción de María Laura Garrigós de Réboril, interventora del servicio penitenciario nacional y de Gabriel Lectra, del de la provincia, porque hoy, dice hoy, se siguen organizando delitos desde las cárceles federales y provinciales con celulares que con complicidad esos funcionarios dejan entrar. ¿Inhibidores de celulares? Bien, gracias
– Inteligencia criminal de la UIF
– No haber dejado pasar un año desde su bloque para tratar nombramientos de funcionarios judiciales en el territorio y evitar trampeos administrativos a la hora de sesionar por el tema
– Evitar la adjetivación y priorizar la acción. “Narcosocialismo”, “funcionales a los narcos”. ¿Remember?
Si todavía hay ganas de analizar la posibilidad de hacer cosas en serio (dice “posibilidad”) en vez de meterse en las narices o venas ajenas, me permito recomendar la experiencia portuguesa sobre “descriminalización” del consumo para uso personal de estupefacientes que derrumbó la curva del consumo y, sobre todo, del delito asociado con el consumo. Se trató de educación, contención y reducción de riesgos y daños. Que todavía no se entiende que es la reducción de daños? Ejemplo fácil. No se prohibe fumar. Se desalientan las publicidades y aprendimos de memoria que “el fumar es perjudicial para la salud”.
Juliana: temo que le gustó mucho la tribuna. La popular D (de la demagogia), la que está a la derecha de todo.
Post scriptum: juego doble sobre sencillo que recibiré comentarios de “tenés miedo del control porque sos un dogón”. Así, seguro, los más suaves. Alguno agregará como “agravante” el ser homosexual, tan “díscolos”, nosotros. En tres, dos, uno espero el “puto drogón”.
A los que crean que escribo porque sólo me importa una conducta personal, se me ocurre, primero decirles “si fuera así, qué?”. Pero no es el caso. Escribo cosas aún cuando no me rocen personalmente. Creo, por ejemplo, en la ESI y en la necesidad de difundir la necesidad del Papanicolau aunque no tengo útero. Creo, sí, que la libertad individual se basa en creer que el Estado no debe buscar tener ciudadanos “buenos y correctos”. Eso es autoritarismo de primera agua. El estado deber regular sólo, y nada más, las conductas que afecten a terceros. El resto, se llama privacidad.