(Publicada en Infobae)“¿Y si escribís algo de fin de año que te salga de las tripas?”. Eso me dice la directora de Infobae, la infalible y genial Valeria Cavallo, cuando le propongo opinar sobre la re-reelección de los intendentes de la provincia de Buenos Aires. Pienso. ¿Qué más se puede decir que es una vergüenza rayana con la traición que hace que uno piense en jamás volver a votar a los que traicionaron un compromiso de renovación democrático haciéndolo extensivo a los partidos que ellos pertenecen? Valeria, otra vez, tiene razón.
Algo que salga de las tripas. Un 31 de diciembre. Con COVID a la vuelta de la esquina, con la Argentina abismada a repetir el monstruo de las crisis eternas, con amigos muertos y cercanos asustados. De las tripas sólo me sale decirte que en ese contexto, y en cualquiera, aprendí mucho de este 2021. ¿Aprendí? ¿Quizá ratifiqué? Me gusta más.
Supe, experimenté, confirmé que cuanto más fui yo, más feliz fui.
No soy amigo de los consejos. El gran Jean Paul Sartre decía que el dar un consejo es una petulancia y que el buscarlo era apenas justificar una decisión ya tomada. Un joven único hijo, sostén de su madre viuda, que pregunta si debe sumarse a la resistencia nazi a un sacerdote sabe que le recomendará quedarse al lado de su progenitora. Si pide consejo a un revolucionario, la respuesta será la opuesta. Un consejo pedido es buscar un cómplice.
Sin embargo, sin que sea un consejo, siento que debo compartirte, querido lector, mi convicción basada en la experiencia: es ahora y, eso que es, es lo que desees.
Escucho en la obra de teatro de mi cuñada Andrea Bauab a un personaje de “Tres hombre de bien” que casi lo grita: “Si no somos nosotros, ¿quiénes? Si no es hoy, ¿cuándo?”.
Dejá de hacer lo que estás haciendo. Incluso de leerme. Y preguntate en serio: ¿No es tiempo ya? ¿No es hora ya de tu deseo? Pero preguntado hondo, potente. Como los psicoanalistas proponen: con palabra plena. No palabra que se dice y se sabe descartable. No con expresiones cómodas para asistir a ocasiones olvidables. Plenamente.
No hay excusa. El COVID vino a subrayar que el tiempo nuestro, 90, 100 años para los afortunados, es breve. Yo ya sabía que me iba a morir, me río escribiéndolo. El coronavirus vino a sopapear esa certeza enmascarada en un exceso de futuro y dijo ‘ojo que puede ser hoy’. Como a tu amigo muerto.
El COVID es una mierda. Y, como todo signo trágico, una posible experiencia de bien si impulsa tu palabra plena en pos de tu deseo. No hay excusas. ¿Que el gobierno de Alberto es fatal y quita esperanzas? Yo también lo creo. ¿Que el de Macri pasado y el de Macri eventualmente futuro son iguales de arrasadores? Yo también lo creo. Y así, hasta el infinito de las fatalidades políticas de estas pampas que, cito a mi amigo Jorge Asís, convierte a la Argentina en un constante camino de mediocridad en declive. Sí. ¿Y? ¿Y tu vida? ¿Y tu deseo? ¿Y tu real, consistente, palpable intento de perseguirlo?
Sé, tampoco es consejo, que el deseo es el mejor arquitecto de la vida. Sé que puesto a ser perseguido, el deseo construye realidad. Dice otro grande, Gabriel Rolón, que no entiende a los que buscan ese estado oriental perfecto del nirvana “en el que se han superado todo los deseos, porque anular todos los deseos, es anular al ser humano, pura pulsión de muerte”. Y me identifico con Rolón. Que fue un año difícil, horrible, sea. Pero creer que la felicidad se instala es no buscar nada, en la calma no deseante, o que la infelicidad es sólo responsabilidad de los otros, del país, de mi jefe, de mi familia, es puro engaño por infierno ajeno.
Es hoy. Sos vos. Es tu deseo. 2021 es el mejor año de tu vida si, a pesar de todo, del corona, del Gobierno, de la oposición, de la economía, de tu esposa, de tu ex, de lo que sea, es la plataforma de lanzamiento buscando tu deseo. Eso que siempre supiste y, cómo no, te avergonzó buscar por miedo. Vale mucho más la decepción por no conseguirlo que el miedo por no haberlo intentado.
Es hoy. Sos vos. Es tu deseo.
Son pocas horas para que este año de mierda sea el mejor de tu vida si te atreves a buscarlo. Con el costo de lo que cueste. Costo siempre menor a haberte quedado mirando desde la vereda cómo terminaron 365 días más sin haberlo intentado. Habiendo dejado morir un poco más tu deseo de ser quien te dé orgullo ser.