Luis Novaresio

Las copas rotas van a estar igual

Es muy raro escribir en primera persona. Mucho más hacerlo sobre algo tan personal. Pero creo que vale la pena para no herir a nadie ni dejar decir algunas cosas.

Hace unos días comenté en una entrevista con Catalina Dlugui que nos encantaría casarnos con Braulio por el rito judío. Braulio no es religioso practicante pero sí tiene un enorme respeto y afecto por las tradiciones judías. Su familia es inspiradora en este sentimiento. Yo no soy judío, no soy creyente, pero me pasa algo similar a lo que le sucede a él.

Cuando la amiga Catalina, en un diálogo de confianza y afecto, me preguntó detalles del evento me animé a mencionarle a una Rabina que conocí periodísticamente y ante la que qudé muy admirado por su inteligencia y conocimiento. Así surgió el nombre de Silvina Chemen.

Para su tranquilidad, porque la vi hacer una entrevista periodística desmintiéndome (lo digo con sorpresa y con dolor) quiero decir que fue un acto de afecto el mencionarla porque la pensé desde desde esa admiración que le tengo. Nada hubo concreto. Nunca acordamos nada. (Si ni fecha hay, Corona mediante!) Ni desafío en las reglas religiosas, ni atrevimiento, ni nada parecido.

No hubo más que el deseo y el afecto.

Aparentemente eso quedó desubicado.

Y como creo que el deseo es el mejor arquitecto de la vida, les aseguramos que habrá fiesta, se romperá la copa y se bailará mucho, acompañados por los que sientan que abrirse a la diversidad y acompañar el amor
en cualquiera de sus formas, vale la pena.

Mazel tov. O como sea.