El politólogo Lucas Romero es el autor de la imagen. Luego de que todo el equipo económico de Martín Guzman trabajara por horas y horas para diseñar una fórmula de actualización de las jubilaciones, la vice presidente de la nación con la sola acción de su lapicera y de su desprecio por la autoridad del poder ejecutivo derribó de un plumazo semejante trabajo y armó su esquema de aumentos. Romero dijo en su tuit: “Ni Presidencialismo, ni Parlamentarismo. Esto por momentos parece un Senadurismo”.
Antes de su epístola a sus fieles, reveladora de un puñado de certezas y en la que señalaba a funcionarios que no funcionan, este cronista dijo aquí que Cristina Fernández ostenta mucho más poder que el más poderoso de los funcionarios nacionales, el presidente. Hasta entonces, esa lectura resultaba entre los que tienen pasión por la política y las entretelas del poder. Ahora, todo es bien explícito: no es sólo la fórmula para jubilados, es el modo de designar al procurador, la forma de remover jueces trasladados, el impuesto a la riqueza y así tanto. Cristina es la dueña de la agenda oficial y nadie se atreve a discutírselo o no tiene con qué. Desde el senado que preside, se marca el tono del caso.
Es verdad que la acumulación de facultades se nutre de otras vertientes. Diputados es de Máximo Kirchner, jefe del bloque mayoritario de legisladores que establece qué sí y qué no aún a contrapelo del presidente de la cámara, hibernado en las preferencias K. Los ministerios del ejecutivo están todos intervenidos por sus vice o jefes de gabinete que responden a la mentora del Instituto Patria sublevándose a sus jefes y el senado, claro, es un cuartel en donde los que ocupan las bancas oficialistas fungen de reclutas de su generala. La terminología bélica resulta adecuada, toda vez que fue creada en esa cámara por la entonces senadora Crsitina Fernández cuando peleada con su bloque y desafiaba al titular de la bancada Alasino. En la Argentina, hoy, hay senadurismo.
¿Cómo se puede gobernar de esta forma? Como se ve. Con titubeos, contradicciones, falta de sincronización. Mal que le pese a algún ministro que se encoleriza cuando ve escritos los reclamos de sus colegas de gabinete, el discurso sotto voce de algunos de ellos se expresa con claridad: “no es posible fijar líneas de acción que quedan devastada en segundos por la corriente vicepresidencial ni tampoco resulta factible enterarnos por los medios de lo que el presidente va a hacer en nuestras áreas”. El parate en buena parte de los sectores de gestión se debe a esta doble tenaza. La conducción pasa más por el senado y la presidencia actúa sin confianza o con desprecio por el gabinete. El caso Felipe Solá y su “gaffe” con los Estados Unidos es el más extremo. ¿Alguien en serio puede creer (u osar decir públicamente) que se “confundieron” y le avisaron mal al canciller que la video llamada con Joe Biden era el Casa Rosada y no en Olivos? ¿En serio?
Alberto tiene tomada la decisión de cambios en su gabinete. La fecha del año de su presentación en sociedad (cumplida ayer) para realizarlos quedó postergada hasta la llegada de la vacuna. Junto con el lanzamiento del sistema de inmunizaciones, una buena noticia, se propone notificar los relevamientos. El problema, otra vez, vuelve a ser el sistema de comunicaciones del ejecutivo. Fue le propio Alberto Fernández el que malogró un gran anuncio llenándolo de promesas de números y calendarios inciertos. De 25 millones de dosis pasó a algunos miles. De diciembre, a enero o febrero. Si se producen incumplimientos, pagará la factura el anunciante. O sea, el verborrágico presidente.
El senadurismo nacional no ahorra en vocerías ostentosas. El reciente desplante judicial a su jefa con rechazos a la inconstitucionalidad a la ley del arrepentido, las sentencias adversas para Amado Boudou y los amagues pro capitalinos en la Corte, enfurecen a este sistema de gobierno y obligan a recurrir a expresiones vecinas a lo onírico. Abrazos a tribunales en defensa del ex vicepresidente de Ciccone o declaraciones del inclasificable senador Oscar Parrilli que pide embestir contra la Corte cuando osa falla en contra de los deseos de CFK, florecen sin elegancia alguna. Es que este sistema de gobierno novedoso que se ejerce desde el lugar que supo ser el depósito de la campanilla de orden de debate del senado, no tolera disensos El senadurismo es unicato, por las buenas o por las malas, y la desobediencia se paga con el destierro de la palabra. Si no, que lo diga el doctor Alberto Fernández.
Foto – Luna (Infobae)