Luis Novaresio

De cómo un cincuentón mejoró su estado físico

Mi compañera (y amiga) Débora Plager me escribió: “me contás qué estas haciendo para estar fit. Te veo muy bien en la tele. ¿Estás tomando algún suplemento o algo?”.   Me quedé pensando en lo que, sentí, era un elogio.  “A tu edad, te la estás bancando”,  me dijo otro amigo.  Vengo a ser un cincuentón largo (soy modelo 64) que estaba bastante vago con el entrenamiento físico.  La cuarentena, debo decir, me sirvió para retomar las rutinas físicas y, sin darme cuenta, para bancar el encierro.

A Débora le dije la verdad sobre lo  que hago.  Cero suplemento (ni “papota”, ni quemadores, ni nada, salvo una proteína al final del entrenamiento más sana que la 7up) pero sí una disciplina de entre 4 o 5 días de entrenamiento fuerte por semana.  Aeróbico, fuerza y abdominales. Sí o sí.  ¿Comer? Sano.  Cero privaciones.  Sí harinas, carnes y legumbres.  Sí vino, pero manso. Lo prohibido es lo obligatorio, dijo Lacan.  Y lo suscribo.

Nunca valore la idea de que el cuerpo físico podía contener alguna debilidad del cuerpo emocional. Soy (fui?) de los que creen que el intelecto no tiene demasiado parentesco con el continente físico. La cuarentena, ese modo antinatural de encerrar el cuerpo físico, me llevó a abordar la angustia emocional poniéndole mirada a mi aspecto exterior.  Así de raro. Como lo que vivimos.

Tengo una ayuda extra, es verdad. Mi novio Braulio, otro cincuentón pero  menor que yo, es un tipo que ama la actividad física (y se le nota) y me empuja a romper la inercia del hacer nada.

Entrenando con el señor B

Después de cinco meses de encierro o “no cuarentena”, sentí que podía entusiasmar a otros, algo reactivos como yo, a entrenar. No se trata esto de un libelo de autoayuda, de superación propia ni mucho menos. Es compartir una experiencia que, quizá, te ayude a re discutir 150 días distintos, exóticos, raros.   No sólo me siento mejor sino que, hacerlo, me desafía en mi voluntad y orgullo personal.  Hay algo de lo emocional tan fuerte como lo físico.   Poder superar mi deseo de no hacerlo.

Detesto arrancar.  Soy feliz al terminar el entrenamiento. Esa pavada de libros best seller de “endorfias que te mejoran el ánimo”, opera en serio.  Lo que sea, funciona.  El espejo  me hace sentir más contento, pero la sensación de superar un obstáculo mental que me dice “flaca para entrenar” fue un aliciente en estos tiempos tan raros.

No tengo tiempo.  Tengo que hacer otras cosas. Laburo mucho. No tengo con qué entrenar.   Todas son verdades que se esquivan con voluntad y con el deseo (alcanzable) de estar y verse mejor.

Por eso me atrevo a contarte algunas ayudas en este entrenamiento, por si te dan ganas de empezar.

Para lo aeróbico, si no tenés más que tu cuerpo y un espacio cómodo en casa, te recomiendo a Fausto Murillo en Youtube.  Gratis, variado.  Por las dudas.  No es chivo.  No cobro por recomendarlo.  No sé si el tipo hace plata con esto.   Lo menciono porque sus clases me dieron ganas de hacerlas.  El hombre  hace rutinas que todos podemos realizar. Los no entrenados, los adultos, los de la fiaca.   Una de ellas es esta. Por ahí, podes empezar

Si tenes una bici para hacer spinning (o para moverte), a mí me ayudó mucho esta clase de 30 minutos con tremenda música. Oscar Diez, tenes que googlear.

Así quedas con los pelos parados post clase

Y, si hay un par de mancuernas o algo parecido, hay rutinas para todos los músculos de este tipo que, en español y clarito, te ayuda

Son todas ayudas gratis, sencillas, no muy extensas y que atropellan la excusa de uno hacer nada

Para hacer abdominales, hay un profe que se llama Jeff Cavaliere.   En 40 días, Braulio lo consiguió así:

Braulio Bauab, empresario inmobiliario y grosso entrenando Braulio Bauab, grosso como empresario inmobiliario y grosso entrenando

Jeff Cavaliere propone una rutina de abs de 22 días.  Es esta

Un dato accesorio para tener en cuenta. Accedì a uno de esos relojes que controlan la actividad física.  Cuenta pasos, pulsaciones y te permite programarlo para que “pida” que hagas los entrenamientos proyectados.  Funciona.  Te juro.

¿Lo hacés por puro narcisismo estético?, me preguntaron. Algo de eso puede haber. Querer verte bien, en forma, es un modo de amor propio sano.  Sin contar lo bien que me siento y la disciplina que me da para aprovechar el tiempo en momentos en donde el tiempo de cuarentena parece desdibujado. Eso fue un aporte inesperado del entrenamiento. Domar el tiempo que parecía transcurrir sin sentido, sobre todo en los primeros tiempos de cuarentena, en donde el silencio por falta de movimiento se hacía escuchar mucho.

Capaz te contagia.  No el corona. Las ganas de moverte, verte mejor y, sobre todo, desafiarte en el “yo no puedo”.