Aunque no son concluyentes, porque el tratamiento se administra a pacientes con cuadros de distinta gravedad y no se pueden comparar con placebo, los ensayos que se están realizando para probar la utilidad del plasma (el componente líquido de la sangre) de pacientes recuperados en el tratamiento de Covid-19 son alentadores.
El que por ahora reúne un mayor número de casos (93 hasta hoy en 37 hospitales, siete de los cuales son privados), es el de la Provincia de Buenos Aires, que este viernes tendrá un corte, según Nora Etchenique, directora del Instituto de Hemoterapia de la provincia de Buenos Aires. Coordinado por Luis Cantaluppi e impulsado por Laura Bover, investigadora argentina que dirige el Laboratorio de Anticuerpos Monoclonales del M.D. Anderson Center de la Universidad de Texas, en Houston, Estados Unidos, y un gran equipo de médicos, bioquímicos, inmunólogos, infectólogos, investigadores clínicos y directores de hospitales.
“Empezamos hace un mes y medio -cuenta Cantaluppi-, primero con uno o dos pacientes por día, y ahora con unos 15. Inicialmente, fue para uso compasivo (solo para personas en estado crítico). Luego, vimos que tiene más eficacia en los graves o moderadamente graves, que todavía tienen resto para mejorar. Si se emplea a tiempo y con una dosis óptima, se evita que esa persona termine en terapia intensiva o se acorta su estadía”.
La decisión de implementar el tratamiento se toma a partir de la necesidad de oxígeno. “Se sabe que cuando su saturación en sangre con aire ambiente cae por debajo del 93% -explica Cantaluppi-, el paciente irá desmejorando, porque cuando uno respira muchas veces por minuto, se genera una presión negativa y aumenta el edema pulmonar. El plasma tiene un efecto antiviral y evita el daño”.
Según el especialista, cada recuperado puede donar una cantidad suficiente para ayudar a tres o cuatro pacientes, dependiendo del peso de estos últimos. Los de menos de 70 kg reciben una unidad, los que superan ese peso, dos. A las 24 o 36 horas ya se ve la mejoría. “El primer paciente del hospital Fiorito tenía obesidad mórbida, cardiopatía isquémica, hipertensión, diabetes -menciona Cantaluppi-. Lo recibió a las 18 y al otro día a las 14 se levantó para ir al baño. Ahora vimos que esto pasa en muchos casos, pero sería un error darlo por sentado”.
Tratamiento precoz
Otro estudio iniciado por Cemic lleva tratados 34 pacientes graves o moderados con similares resultados. “Tenemos expectativas de poder mostrar reducción de la mortalidad en comparación con otras series que no utilizan plasma -afirma Ricardo Valentini, jefe del Departamento de Medicina-. Pero como no tenemos un grupo control, necesitamos un número muy importante de pacientes”.
También para Valentini, en un escenario más temprano la terapia funciona más rápido. En cuadros más graves, sirve como puente para ganar tiempo y que el resto de las medidas haga efecto.
El infectólogo pediátrico Fernando Polack, por su parte, acaba de iniciar un estudio en el que participa un equipo multidisciplinario y que involucra a centros como Cemic, Swiss Medical, el Sanatorio Anchorena, el Hospital Militar Central, Osecac, cuatro hospitales de la Provincia de Buenos Aires (Bocalandro, San Juan de Dios, Simplemente Evita y Evita es Pueblo, más 40 que actúan como red de derivación) y cuenta con la colaboración del PAMI, para analizar si se puede interrumpir el curso de la enfermedad en los primeros dos días de progresión.
“Es decir, ver si podemos transformar el coronavirus en un catarro -dice Polack-.Tenemos varios pacientes tratados, pero no sabemos cómo les fue porque están randomizados (elegidos al azar): algunos reciben plasma y otros, placebo”.
Este ensayo, que se espera completar en 45 días, recluta voluntarios entre las personas que se comunican con las líneas de consulta de las distintas jurisdicciones (148, 107, 106), y los centros de llamadas de las prepagas y obras sociales que intervienen. Si cumplen con el criterio de caso sospechoso, en el curso de cuatro a seis horas se les hace el diagnóstico y, si son positivos y quieren participar, se los busca con una ambulancia y se los traslada a uno de los centros.
El estudio incluirá 210 pacientes, mayores de 65 años con comorbilidades o mayores de 75 en cualquier condición, pero está previsto que puede interrumpirse con 100 si el plasma muestra beneficios netamente superiores al placebo; es decir, eficacia del 60%. “Si funcionara, sería una revolución -afirma Polack-, porque cualquier persona que llegara con síntomas tempranos podría recibir una infusión de plasma y padecería solo síntomas de enfermedad respiratoria alta. Lo que estamos tratando de prevenir es sencillamente que el paciente necesite oxígeno”.
Para eso, están trabajando con una alta concentración de anticuerpos. “Si nos va bien, la tarea siguiente va a ser extenderlo a menores concentraciones para tener más plasma disponible, estirar las edades a personas en riesgo, tratar de darlo durante más tiempo. -especula el especialista-. Los datos que hay sugieren que no hacen falta demasiados anticuerpos para prevenir la enfermedad. El coronavirus es grave porque nadie lo tuvo. Entonces, hay que construir un sistema inmune transitorio. Eso se pierde, pero hay una ventaja: como el microorganismo se asentó en la nariz porque la persona tiene una PCR positiva, imaginamos que es probable que además de tener la protección conferida por el plasma, la gente va a tener la inmunidad generada por el virus. Entonces, después va a quedar ‘vacunada’ por esta infección leve. Si es exitoso, este estudio también permitirá abreviar notablemente el desarrollo de vacunas, porque mostraría qué nivel de anticuerpos es efectivo para prevenir la enfermedad grave”.
Para el inmunólogo Gabriel Rabinovich, el efecto benéfico del plasma de pacientes recuperados no radica solamente en los anticuerpos neutralizantes del virus. “Son importantes, pero en el momento en el que todavía el virus no hizo estragos -afirma-. Tengo la hipótesis de que también influyen las citoquinas antiinflamatorias, llamadas ‘mediadores de resolución’. Cuando un paciente se va recuperando de la enfermedad, se activan una serie de mecanismos reparadores que contribuyen a su resolución. Entre ellos están estas citoquinas antiinflamatorias, que están en el plasma, disminuyen la inflamación y contribuyen a desactivarla”.
“En los Estados Unidos, alrededor de 50 centros están aplicando el plasma y el número de pacientes tratados supera los 20.000 -explica Laura Bover-. Resultados preliminares de 5000 pacientes probaron la seguridad de su administración. Prácticamente no hubo eventos adversos y los pacientes tuvieron menor mortalidad. Para establecer fehacientemente la eficacia, debería compararse el grupo tratado con otro grupo control al que no se le haya administrado. Eso es un ensayo aleatorizado, en el que en general los pacientes no saben si reciben plasma o solución fisiológica. Algunos experimentos con menor número de pacientes demostraron eficacia en revertir los síntomas y en reducir la viremia (cantidad de virus en sangre). Pero la realidad es que la mayoría de los pacientes no quiere enrolarse en ellos porque quieren recibir plasma”.
Según la investigadora, “cuando se publiquen los estudios de eficacia de los 20.000 pacientes de Estados Unidos, se podrá demostrar si este tratamiento es realmente la mejor opción, dadoque se compararán con grupos de pacientes que por cualquier motivo no lo hayan recibido”.
Fuente: Nora Bar Diario La Nación de Argentina
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