¿Estamos frente a un “golpe de fuego amigo”? ¿Una “sustitución del poder de facto”?. El capricho de “yo no hablo ni con ella ni con nadie” por 30 horas: ¿sería porque no tenía idea de qué hacer?
Si el golpe de estado es la toma violenta del poder -generalmente perpetrada por grupos militares- y el golpe de palacio es una especie de aquel por el que una parte del gobierno se queda, sin respetar las normas institucionales, con el gobierno; habrá que consultar con los politólogos cuál es la denominación por la que Cristina Kirchner destituyó de hecho Alberto Fernández en el día de ayer.
Es real que la investidura de quien hoy todavía firma como Presidente fue sui generis. Sin internas, sin convocatoria a asamblea del partido o siquiera a sus cuadros ejecutivos, por mero dedo de la vice Alberto fue candidato y presidente. Hoy, con ese mismo dedo le arrebató el puesto administrativo de ministro de economía junto al cargo de Presidente.
¿Estamos frente a un “golpe de fuego amigo”? ¿Una “sustitución del poder de facto”? No importa la terminología. Pesa con fuego la realidad de una funcionaria que desde sus cartas, sus videos o sus discursos descabezó al poder ejecutivo que es unipersonal pro definición de Alberdi y lo encerró en el rincón de la caricatura del no ser. Porque el gobierno de Alberto Fernández no es. No gobierna.
Hace ya rato que el actual primer mandatario está extraviado. Difícil ser exhaustivo con todos los ejemplos que puedan probar la afirmación. Sólo algunas. Perdido en las relaciones internacionales viendo solucionadas las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, Cuba o Nicaragua; acompañando a autócratas como los rusos o chinos; perdido en las adjetivaciones de economía en crecimiento o perdido de los manuales de derecho con los que estudió entrometiéndose en otros poderes para reclamar sentencias a su medida u olvidando denunciar cuando afirma que ve delitos. Porque, por sólo poner un ejemplo de su extravío, no fue grave que confundiera por profunda una garganta poderosa sino que en ese discurso habló de “picardías” de dirigentes sociales caracterizada por quedarse con plata pública en el reparto de planes sociales. ¿Lo denunció el Presidente? ¿Algún fiscal lo citó para que se explaye sobre ese delito?
La ausencia de Alberto Fernández en la ubicación en tiempo y espacio en el día de ayer fue atemorizante. Su ministro, harto del maltrato que le propinó, no pudo contenerse en la responsabilidad de estado y zampó su renuncia por Twitter sin que su jefe tuviera idea qué hacer. Imperdonable. Peor, el capricho de “yo no hablo ni con ella ni con nadie” por 30 horas de un fin de semana aciago para todos. Es verdad que no podía hablar con nadie porque no tenía idea de qué hacer. Eso pasa con los que no son, no gobiernan.
Hoy Alberto Fernández podrá puntear los centros de poder y se dará cuenta que de nada dispone. Ni siquiera en la mirada acotada de los liberales que dice combatir tiene algo de peso. Su ministro de interior es ajeno. Su canciller, no mueve la aguja de la balanza de las decisiones. Su ministro de seguridad, cansado de decir que es su amigo, luce en su pedigrí el origen ajeno, las cajas del estado están en manos ajenas. Y, hoy, por fin, hay ministra de economía que le es totalmente ajena. El descabezamiento de este golpe de fue amigo es prácticamente total.
Puede resultar un error considerar a Silvina Batakis como una economista camporista o cristinista. Es una técnica económica que hoy, es cierto, responde a Cristina. Le caben los principios de la lealtad peronista. Cuando fue ministra de Daniel Scioli no trepidó en criticar a la vicepresidenta porque apretaba el torniquete de la caja rosada en desmedro del ex motonauta. Hoy, está alineada con ella. El inveterado olfato a poder de la mayoría de mujeres y hombres del PJ que pueden sumarla a una impresentable foto a favor de Milagro Sala o firmar debajo de su hasta ahora jefe Wado de Pedro.
¿Quién gobierna hoy entonces? Nadie. O casi nadie. Recluido en la quinta de Olivos que más usó el Presidente para fiestas de cumpleaños o guitarrearas que para actos de gobiernos, el jefe de Estado se mantiene mudo frente a la peor crisis que atraviesa. Dato de color con valor demostrativo: para cambiar la ballena de los billetes de pesos por “patriotas” ideologizados, Alberto habló 23 minutos. Ayer, nada. Apenas un tuit mal escrito por su vocera. Es verdad que debe tener poco para decir luego de que le voltearan a sus ministros, secretarios y presuntos fieles.
Gobierna, por sustitución no expresa, la vice presidente. Pero no tanto, no tan expresamente como para configurar un golpe de palacio. No quiere hacerse cargo de la inflación, de las reservas escasas, de la inseguridad y del desorden general de su, dice “su”, gobierno. ¿Entonces? Lo de siempre. Ponerle proa directo con este golpe de fuego amigo hacia el iceberg que se ve claro desde hacer rato sin saber si madre naturaleza o dios, para los que crean, no empujan el hielo hacia otro lado.